Capítulo 3
No fue para tanto
Llevo toda la tarde
leyendo y aprobando documentos del reino. Desde que cumplí diecisiete, mis
padres me dan parte del trabajo de la corona ya que así lo dictan los deberes
reales: «Un príncipe debe adquirir ciertas responsabilidades reales a la edad de diecisiete años para que
su transición a adulta no sea tan drástica». Es bastante aburrido pero es mi
deber.
Papá y Ash se fueron
hace ya un rato, pero la verdad es que ya los echo de menos. Me prometieron que
me llamarían al llegar a Luboa.
Harta de este aburrido
trabajo, decido tomarme un descanso e ir a ver a mis hermanos.
Al bajar la larga
escalera, me percato de que ya no hay ninguna llave colgando de ninguna puerta,
al principio me extraña, pero entonces caigo en la cuenta de que llevo cuatro
horas metida en el despacho revisando documentos. Prosigo sin mirar atrás y en
la recta final del pasillo noto como mi teléfono vibra en mi bolsillo, lo saco
y contesto sin mirar de quién se trata, pues lo sé perfectamente.
—Hola, ¿qué tal
llegasteis?
—Hola hermanita, estamos
bien, ya en palacio…
—Ahhh, que bien. —Incluso
yo me sorprendo con ese tono tan frío de reproche y desconfianza.
—Kath, ¿estás enfadada?
—No Ash, solo me siento
dolida porque no me lo hayas dicho, siempre nos lo contamos todo, ¿por qué empezar
a ocultarnos cosas ahora?
—Perdóname de verdad, te
lo quería contar pero… Es que es complicado.
—¡¿COMPLICADO?! ¿En serio
hermano, de verdad me estás diciendo eso…? Pensaba que confiábamos el uno en el
otro…
—¡Claro que confío en
ti! Solo confía tú en mí, en cuanto llegue te lo contaré.—me promete en tono de
disculpa.
Dispuesta a seguir
gritando a mi hermano por el teléfono replico, pero me doy cuenta de que
mirando por la última puerta se halla mi hermana Meredith con rostro de
preocupación y desasosiego por lo que está ocurriendo. Inmediatamente cambio el
tono.
—Está bien, en cuanto
llegues me lo dices.
Se oye un suspiro de
alivio al otro lado de la línea. —Gracias hermana, te lo prometo.
Con eso me despido y le
digo que me llame mañana, seguro que para entonces ya estoy más tranquila.
Guardo mi teléfono en mi
bolsillo y me giro en dirección a mi destino principal. —Mer, sé que estás ahí.
Se despega
momentáneamente del marco de la puerta y me dedica una falsa media
sonrisa.
—¿Está todo bien Kath?
—Sí, nada de lo que
debas preocuparte. —añado intentando parecer segura, creo que lo logro.
—Claro que me preocupo. —dice
en tono obvio. —¿Acaso no recuerdas lo que pasó la última vez que te peleaste
con Ash?
Los recuerdos pasan por
mi mente, primero gritos, les siguen libros volando, después más gritos,
personas corriendo con expresión desconcertada por todo el palacio y por último
una ventana rota por el impacto de un libro tirado por mí.
—No fue para tanto...—digo
casi en un susurro. Pero Meredith parece escucharlo ya que su expresión se
torna incrédula.
—¿En serio? Estuvisteis
cuatro días sin hablaros y Nate y yo tuvimos que hacer de mensajeros por todo
el castillo con vuestras cartas de odio. Y eso por no hablar del destrozo que
causaste.
—No lo causé solo yo. —digo
indignada.
—Como sea... —termina
con sabiduría mi hermana, a sabiendas del rumbo que tomaba la conversación.
—Por favor, me puedes
ayudar con el trabajo de geografía, es que no entiendo nada del nuevo tema y a
ti se te da genial, por favor.
—Esta bi... —No soy
capaz de terminar la palabra al darme cuenta del colgante que mi hermana carga
sobre su cuello. —Mer, ¿de dónde has sacado esa llave?
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