viernes, 14 de diciembre de 2018

SORGIN. Capítulo 3 No fue para tanto


Capítulo 3

No fue para tanto


Llevo toda la tarde leyendo y aprobando documentos del reino. Desde que cumplí diecisiete, mis padres me dan parte del trabajo de la corona ya que así lo dictan los deberes reales: «Un príncipe debe adquirir ciertas responsabilidades reales a la edad de diecisiete años para que su transición a adulta no sea tan drástica». Es bastante aburrido pero es mi deber.

Papá y Ash se fueron hace ya un rato, pero la verdad es que ya los echo de menos. Me prometieron que me llamarían al llegar a Luboa.

Harta de este aburrido trabajo, decido tomarme un descanso e ir a ver a mis hermanos.
Al bajar la larga escalera, me percato de que ya no hay ninguna llave colgando de ninguna puerta, al principio me extraña, pero entonces caigo en la cuenta de que llevo cuatro horas metida en el despacho revisando documentos. Prosigo sin mirar atrás y en la recta final del pasillo noto como mi teléfono vibra en mi bolsillo, lo saco y contesto sin mirar de quién se trata, pues lo sé perfectamente.

—Hola, ¿qué tal llegasteis?

—Hola hermanita, estamos bien, ya en palacio…

—Ahhh, que bien. —Incluso yo me sorprendo con ese tono tan frío de reproche y desconfianza.

—Kath, ¿estás enfadada?

—No Ash, solo me siento dolida porque no me lo hayas dicho, siempre nos lo contamos todo, ¿por qué empezar a ocultarnos cosas ahora?

—Perdóname de verdad, te lo quería contar pero… Es que es complicado.

—¡¿COMPLICADO?! ¿En serio hermano, de verdad me estás diciendo eso…? Pensaba que confiábamos el uno en el otro…

—¡Claro que confío en ti! Solo confía tú en mí, en cuanto llegue te lo contaré.—me promete en tono de disculpa.
Dispuesta a seguir gritando a mi hermano por el teléfono replico, pero me doy cuenta de que mirando por la última puerta se halla mi hermana Meredith con rostro de preocupación y desasosiego por lo que está ocurriendo. Inmediatamente cambio el tono.

—Está bien, en cuanto llegues me lo dices.
Se oye un suspiro de alivio al otro lado de la línea. —Gracias hermana, te lo prometo.
Con eso me despido y le digo que me llame mañana, seguro que para entonces ya estoy más tranquila.  

Guardo mi teléfono en mi bolsillo y me giro en dirección a mi destino principal. —Mer, sé que estás ahí.
Se despega momentáneamente del  marco de la puerta y me dedica una falsa media sonrisa.

—¿Está todo bien Kath?

—Sí, nada de lo que debas preocuparte. —añado intentando parecer segura, creo que lo logro.

—Claro que me preocupo. —dice en tono obvio. —¿Acaso no recuerdas lo que pasó la última vez que te peleaste con Ash?
Los recuerdos pasan por mi mente, primero gritos, les siguen libros volando, después más gritos, personas corriendo con expresión desconcertada por todo el palacio y por último una ventana rota por el impacto de un libro tirado por mí.

—No fue para tanto...—digo casi en un susurro. Pero Meredith parece escucharlo ya que su expresión se torna incrédula.

—¿En serio? Estuvisteis cuatro días sin hablaros y Nate y yo tuvimos que hacer de mensajeros por todo el castillo con vuestras cartas de odio. Y eso por no hablar del destrozo que causaste.

—No lo causé solo yo. —digo indignada.

—Como sea... —termina con sabiduría mi hermana, a sabiendas del rumbo que tomaba la conversación.

—Por favor, me puedes ayudar con el trabajo de geografía, es que no entiendo nada del nuevo tema y a ti se te da genial, por favor.

—Esta bi... —No soy capaz de terminar la palabra al darme cuenta del colgante que mi hermana carga sobre su cuello. —Mer, ¿de dónde has sacado esa llave?




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