miércoles, 1 de julio de 2020

La bestia de la montaña


 

El otro lado de la isla. Capítulo 4



Tras varias horas de viaje entre espesos bosques en las montañas Kurisme e Íleon encontraron un tranquilo pueblo donde pasar la noche. Dejaron al caballo de los Qu’ar en los establos de las afueras del pueblo y se alejaron de allí hacia una zona apartada, allí se prepararon para interrogar al líder de los Qu’ar, el cual se estaba empezando a despertar. 

—Kurisme, voy a volver al pueblo y veré si hay algún sitio donde podamos descansar esta  noche.— dijo Íleon— ¿Te encargas tú de él?

—Está bien— dijo Kurisme.—Ahora nos vemos. 

Íleon se fue de la pequeña cueva que habían encontrado en el bosque y se fue hacia el pueblo donde habían dejado al caballo. 
Íleon pasó por un camino asfaltado que llevaba hasta la entrada del pueblo, el camino estaba iluminado por varias farolas, lo que permitió que Íleon pudiera ver el paisaje a su alrededor algo más lúcido en la oscuridad de la noche, pudo ver el pueblo muy a lo lejos, rodeado por la espesura de los bosques, que escalaban la ladera desigual de la montaña, no estaban en la cima de esta, aun así se podía apreciar el mar, el cual parecía un enorme vacío en el horizonte debido al reflejo de la noche, solo con imaginarse nadando allí, la talasofobia invadió el cuerpo de Íleon. 

Conforme se acercaba al pueblo por el camino, Íleon comenzó a notar una brisa fría, la cual asoció a que se encontraba en una montaña, continuó apreciando el paisaje alrededor como buenamente pudo, vio las luces del pueblo el Qu’ar desde la lejanía, observó los bosques y prados, realmente habían recorrido un largo camino hacia las montañas. 
Íleon llegó al pueblo, las casas estaban agrupadas en pequeños edificios, todas las casas estaban iluminadas, todas las farolas de la ciudad estaban encendidas, a Íleon le impactó el repentino contraste entre las cabañas del poblado y las farolas e iluminación viva del pueblo, el cual le cautivó, sin duda parecía un muy buen lugar para vivir. 
Caminó por las calles del pueblo, a pesar de que todo estaba iluminado, en la calle no había nadie, parecía que todo el mundo estuviera recluido en sus hogares, Íleon se preguntó cómo la gente prefería quedarse en sus casas en lugar de disfrutar de la noche en el pueblo. 

Íleon estaba tan obnubilado con el pueblo que se olvidó completamente de lo que estaba haciendo, se encontraba solo dando vueltas por las calles, había tiendas, terrazas, e incluso unos jardines en lo que parecía la plaza del pueblo, sin embargo todos los lugares por los que pasó estaban totalmente vacíos. 
Entró a los jardines, estaban iluminado por diversas farolas, y había varios puestos de comida y mesas, estaban totalmente desatendidos. 

Mientras Íleon caminaba, el aire frío le golpeó en la cara incluso más fuerte, de repente este parecía mucho más cargado, como si estuviera en medio de una espesa niebla, el ruido de algo metálico arrastrándose comenzó a sonar, cada vez más cerca, unos silbidos comenzaron a resonar, de repente Íleon sintió el irrefrenable deseo de huir.

Íleon corrió como alma que lleva al diablo, no sabía qué le perseguía, si es que algo o alguien le perseguía, pero él no tenía intención de quedarse a comprobarlo, su primer impulso fue correr a donde estaban los establos, sin embargo no estaba seguro de si sería alcanzado por lo que fuera que estaba detrás de él. 
Mientras corría por una calle, vio que una puerta estaba abierta y una mujer le hacía gestos para que entrara, no se lo pensó dos veces y entró corriendo. 

Mientras todo esto sucedía, el jefe Qu’ar acababa de despertar, intentó escapar pero seguía completamente atado y amordazado, Kurisme se le acercó y desató la cuerda que le ataba la boca.  

—Bueno, pues ahora me vas a tener que contar varias cosas compañero, para empezar, dime que le hacéis a los forasteros que arrestáis en el pueblo.

—Devuélveme a mi pueblo, no te lo pienso contar —le cortó el Qu’ar. 

—Lamento decirte que ese pueblo ya no es tuyo, ni los habitantes quieren verte ni nosotros queremos devolverte— le contestó Kurisme.— por lo que más vale que me digas, qué hacéis con los prisioneros, y una vez me lo hayas dicho te liberaremos, pues tal vez te aprisionemos en alguna parte del bosque. 

—Con los prisioneros no hacemos nada, la gente no viene porque los guardias los expulsan violentamente, ¿acaso crees que voy a permitir que un forastero preso fuese a vivir gratis en mi glorioso pueblo?— dijo el Qu’ar— No sé quién es tu amigo, y no ha pasado por mi pueblo, pero aunque lo hubiese hecho, no estaría en mis calabozos, esos solo son para ciudadanos de mi pueblo. 

Kurisme hizo una mueca y usó la cuerda con la que amordazó al Qu’ar para luego usarla para esposar al Qu’ar, los dos se levantaron y Kurisme le sacó del «refugio» en el que estaban. 

—¿A dónde me llevas?— preguntó el Qu’ar. 

—Nos vamos a acercar al pueblo, Íleon está tardando en venir, más te vale no montar jaleo o te amordazo de nuevo —dijo Kurisme. 

La mujer que había incitado a Íleon a entrar le sirvió un café, estaban en una posada. La posadera era una mujer algo mayor, con el pelo oscuro y canoso, llevaba un vestido negro con un delantal también negro, iba con una bandeja en la mano aunque solo iba a servir un café. 

— Forastero, déjame decirte que has sido un necio saliendo a esta hora a la calle.— le dijo mientras Íleon bebía el café.

— ¿Qué estabas haciendo?

—Yo estaba buscando un lugar donde pasar la noche, pero de repente algo muy extraño comenzó a pasar, no sé muy bien qué pasó, pero sentí un irrefrenable deseo de huir. ¿Tiene eso algo que ver con que no pueda salir a la calle a esta hora?

La posadera le hizo un gesto con la mano, señalándole que esperara un momento, y se fue por una puerta en la que ponía «administración». 
Mientras se bebía el café, Íleon se tomó el tiempo para apreciar la decoración de la posada, las paredes estaban hechas de ladrillos blancos y el suelo era de madera. La puerta de madera oscura tenía una pequeña ventana cerrada, a los lados de la puerta había un paragüero vacío, al otro lado había una maceta con un pequeño árbol, era un limonero. El mostrador estaba hecho de madera oscura, encima del mostrador había una caja registradora y un tarro de cristal con una pegatina en la que ponía «propinas». Al fondo de la habitación en la que estaba Íleon, la cual por el gran número de mesas se deducía que era el comedor, había unas escaleras de caracol, probablemente llevarían hacia las habitaciones. 
La posadera salió del cuarto de administración y le dio unas llaves a Íleon. 

—Para tí, ya que no tienes donde dormir te daré una habitación vacía para esta noche. 
—Muchas gracias.—le agradeció Íleon mientras apuraba el café.

—Mañana seguirás contándome, ahora descansa. 

Íleon subió por las escaleras, las cuales efectivamente llevaban a las habitaciones, en su llave ponía «A113», buscó la habitación que tenía ese nombre y abrió la puerta con la llave. 
No era una habitación muy grande, pero tenía lo necesario, había un armario con unas diez perchas en su interior, un escritorio con un flexo y un cajón con unos treinta y cinco folios, a la izquierda del escritorio estaba la cama, perfectamente hecha e impoluta, parecía nueva, al lado de la cama había otro armario lleno de sábanas y almohadas de recambio. Al fondo de la habitación había un baño con una ducha y un váter. 
Íleon se tumbó en la cama y mientras cerraba los ojos se percató de una cosa. 

—¡MIERDA! ¡KURISME Y EL QU’AR!— Exclamó Íleon.—¡SI VEN QUE NO VUELVO VENDRÁN AQUÍ Y CORRERÁN PELIGRO!

Íleon se levantó de un salto y salió de la habitación, bajó de nuevo al comedor, que ahora estaba vacío y las luces estaban apagadas, miró por una ventana, pudo ver a Kurisme y al Qu’ar caminando por la calle, les hizo gestos de que entraran, pero no lo vieron, empezó a dar golpes a la ventana, logrando llamar la atención del Qu’ar. 

—¿Oye ese no es tu amigo?— dijo el Qu’ar. 

—¡Sí, es Íleon!.—Kurisme le saludó.—¡Hey! ¡Has conseguido un lugar donde dormir!

—Íleon le hizo gestos con la mano, indicando que entrara deprisa. 
Kurisme llevó al Qu’ar, aún esposado, dentro de la posada, Íleon cerró la puerta casi al instante de dejarles pasar, y les llevó sin hacer ruido hacia su habitación.

—¿Por qué tantas prisas?— preguntó el Qu’ar. 
Íleon les contó lo que le había pasado, y que estaba prohibido salir a la calle a esa hora. 

—Genial, esta noche no voy a dormir —dijo Kurisme.—¿No te ha explicado la posadera qué ha pasado?

—Me dijo que mañana me explicaría.— dijo Íleon. 

Tras esa conversación, Kurisme se fue a dormir con la intriga. Íleon durmió en la cama, Kurisme sacó una almohada y una sábana del armario y se tumbó en el suelo, le dio otra almohada al Qu’ar, que durmió apoyado en la pared. 
Íleon despertó el primero, fue al baño y se dio una ducha, la cual agradeció, teniendo en cuenta que llevaba varios días bañándose únicamente en el mar cuando construía el barco junto con Zacarías y Kurisme. 
Una vez se duchó y se vistió bajó al comedor, donde se llevó una sorpresa. 
El comedor estaba abarrotado de gente, había familias desayunando en las mesas, gente hablando tranquilamente, incluso haciendo la compra, no pudo encontrar una sola mesa libre, por lo que se acercó al mostrador, para hablar con la posadera, sin embargo ella estaba ocupada hablando con un señor que había encendido un cigarrillo dentro de la posada, a pesar de los carteles que señalaban que no estaba permitido fumar dentro. 
Se acercó a la ventana, el pueblo estaba lleno de gente yendo de un lado para otro, parejas con las bolsas de la compra, niños corriendo y jugando por las calles, terrazas llenas de gente disfrutando de la mañana, en el pueblo se respiraba un ambiente agradable, el cual sorprendió a Íleon siendo que cuando llegó la noche anterior este parecía abandonado. 
Volvió a la habitación, donde Kurisme y el Qu’ar estaban devorando las bayas que les regalaron en el pueblo, a pesar de que Kurisme no quería dar el regalo de los aldeanos al Qu’ar, al final decidió no ser tan cruel y compartir un poco con el Qu’ar, quizás le sirviera de lección de vida. 

—¿Has mirado por la ventana? Es increíble cómo está el pueblo de animado, quién lo hubiera dicho ayer, es extraño ¿verdad? tampoco vinimos tan tarde, apenas había anochecido. dijo Kurisme hablando muy rápido. 

—¿Has hablado con la posadera?— preguntó el Qu’ar. 

—No, estaba ocupada hablando con un señor.— contestó Íleon. 

—Bueno, salgamos a disfrutar del pueblo mientras esto se vacía un poco, igual encontramos pistas sobre Zacarías por aquí.— dijo Kurisme. 

—Buena idea— dijo Íleon saliendo de la habitación. 

Kurisme desesposó al Qu’ar. 

—Estamos muy lejos del pueblo y estabas dormido, no tienes donde huir, así que ya no tiene sentido mantenerte esposado. 

El Qu’ar movió las muñecas, las cuales ya tenía dormidas, y siguió a Íleon, que ya estaba bajando las escaleras, como si nada hubiera pasado. 

—Baja los humos o te ato otra vez— dijo Kurisme enfadado por la soberbia del Qu’ar. 
Los tres salieron de la posada y siguieron a Íleon hacia la plaza del pueblo.  

Javier M.M.

domingo, 28 de junio de 2020

El gran Qu'ar

Capítulo 3

Por Javier M.M:

Mientras Kal’ar e Íleon reunían a la gente del poblado, Du’ar le consiguió una cita a Kurisme con el gran Qu’ar.

—Bien, acompáñame, y recuerda guardar las formas —le dijo Du’ar a Kurisme. Du’ar llevó a Kurisme a través de un estrecho y oscuro pasillo, hecho de tablones de madera, que estaba iluminado por antorchas. Kurisme lo encontró contraproducente teniendo en cuenta la alta probabilidad de incendio que eso suponía. 

—Escucha, cuando estés en frente del Gran Qu’ar lo que debes hacer es arrodillarte sobre tu pierna derecha, una vez te hayas levantado de nuevo y le estés hablando, debes mirarle a los ojos sin apartar la mirada, ya que si no lo haces lo consideraría una falta de respeto —dijo Du’ar. —¿Por qué exactamente?— preguntó Kurisme.

 —Ese es el protocolo que nos obliga a seguir, nunca nos ha dado una explicación, y nunca se la hemos pedido.—contestó Du’ar. Llegaron a una sala relativamente grande, construida con madera e iluminada con antorchas desde el interior, Kurisme no podía evitar el prestarle excesiva atención a este detalle, y cada vez estaba más preocupado porque no hubiera un incendio. La sala estaba totalmente cerrada, lo cual explicaba las antorchas como método de iluminación, estaba totalmente hecha de madera y al fondo se podía observar una enorme puerta también de madera, Du’ar se aproximó y abrió la puerta lentamente. Kurisme y Du’ar cruzaron la puerta, detrás de esta había otra sala, en cuyo centro se hallaba un gran trono de piedra en el que se podía ver a un hombre muy corpulento, de piel morena y cubierta de tatuajes, y vestido con valiosas pieles de exóticos animales. 

—Du’ar, ¿Quién es ese forastero, y por qué lo traes ante mí?— preguntó el Gran Qu’ar, su voz era grave y ronca, e imponía, incluso más, debido al eco de la habitación. Du’ar se arrodilló de la manera que le indicó a Kurisme y le hizo un gesto a este para que lo imitase, Kurisme lo hizo.

 —Gran Qu’ar, este sujeto ha solicitado hablar con su excelencia, por lo que lo traje aquí —dijo Du’ar. El gran Qu’ar no trató de ocultar la pereza que le daba tener que hablar con Kurisme, pero le concedió la palabra. 

 —¿Qué quieres forastero?— preguntó desganado el Gran Qu’ar. 

 —Venía porque quería preguntarle si últimamente algún guardia o soldado suyo ha apresado a un hombre llamado Zacarías.—preguntó Kurisme, inocentemente. El Gran Qu’ar estalló en risas.

—¿Pero quién te has creído que eres, por qué debería decirle eso a un forastero ajeno a mi gran pueblo?— preguntó el Gran Qu’ar, pasando de la diversión al enfado. 

 —¿Cómo osas venir a mi pueblo y preguntar con toda tu cara sobre cosas que no te incumben? —preguntó alzando la voz. 

 —Por supuesto que me incumben señor, ese hombre es mi amigo, y aparentemente ha desaparecido, siendo ustedes la aldea más próxima a dónde vivíamos nosotros, son los principales sospechosos —dijo Kurisme sin retirar la mirada del Gran Qu’ar.  

—Eres un insolente, ¡Du’ar, inmovilizalo! —exclamó el Qu’ar. Du’ar titubeó un momento, pero decidió hacer el paripé de inmovilizarlo, Kurisme le siguió el juego y permitió que le inmovilizaran.

—Llévatelo al calabozo, hasta que decida qué hacer con él . Du’ar ató las manos de Kurisme con una cuerda, nada más salir de la cámara del trono le aflojó la cuerda que ataba sus manos. 

 —Debo llevarte a los calabozos, ya has visto, no hay manera de que te vaya a decir si ese amigo tuyo esté aquí o no.—dijo Du’ar. 

—No importa, llévame allí, así sabré si Zacarías está arrestado o no. De repente las puertas principales de la gran cabaña se abrieron de golpe y un montón de pueblerinos armados con antorchas entraron a la fuerza, liderados por Kal’ar e Íleon. 

 —¡Rápido desátame las manos, revisemos los calabozos! Du’ar y Kurisme fueron a los calabozos, los cuales estaban totalmente vacíos. 

 —Ya te dije que aquí no viene nunca nadie, por eso casi no hay prisioneros— dijo Du’ar

 —¿Y entonces por qué se ofendió tanto el Qu’ar cuando le pregunté? 

—Se habrá sentido ofendido por que banalizaste algo como los prisioneros de su mandato. 

 —Menuda estupidez —dijo Kurisme. Los dos volvieron a la puerta, vieron que todo el mundo, incluido los guardias se habían rebelado contra el Qu’ar. Llegaron a la sala del trono, donde encontraron al Qu’ar amordazado en el suelo y con Íleon pisándole en señal de victoria. 

 —¡Hey Kurisme! ¿Habéis averiguado algo sobre el paradero de Zacarías?— preguntó Íleon. 

 —Que va, los calabozos están vacíos, aquí no se ha arrestado a nadie.— contestó Kurisme.

—Bueno, al menos hemos apresado a este explotador, ¿qué haréis con él? —le preguntó Íleon a Kal’ar. —Pues eso no lo habíamos pensado, la verdad. 

—Tengo una idea, ¿y si Kurisme y yo nos lo llevamos lejos de aquí a interrogarlo, y así os lo quitamos de encima? —dijo Íleon. 

 —No le veo el sentido, pero con tal de quitárnoslo de encima, me parece bien.— dijo Kal’ar. 

— ¿Qué pensáis vosotros? —le preguntó Kal’ar al resto de ciudadanos, todos estuvieron de acuerdo en que Kurisme e Íleon se lo llevaran.
Hicieron un jugo de baya narcótica que había en la gran despensa de la cabaña del Qu’ar y se la hicieron beber, quedando profundamente dormido, los ciudadanos otorgaron a Kurisme y a Íleon un caballo bastante robusto, para que pudieran irse con el Qu’ar a hombros. Los dos amigos se quedaron hasta el día siguiente, ya que el pueblo decidió otorgar los cargos de líderes de la aldea a Du’ar y a Kal’ar por su labor, y se quedaron a la celebración que hicieron en su honor, cada cierto tiempo iban dando más zumo de baya al Qu’ar para que siguiera dormido. Al día siguiente el pueblo agradeció a Kurisme y a Íleon con un montón de comida que robaron de las cámaras del Gran Qu’ar, para que estos pudieran continuar con su viaje hacia un lugar alejado para interrogar al Qu’ar sin preocupaciones, tras esto, los dos amigos partieron hacia las montañas.

domingo, 31 de mayo de 2020

Rendirse no es una opción





Si te caes,
levántate 
aunque el frío queme, 
el miedo muerda 
y tu última esperanza 
se haya hecho cenizas, 
levántate 
porque un fénix
siempre resurge.

martes, 26 de mayo de 2020

Falsos mitos sobre la creatividad

"La creatividad es un talento natural y no se puede enseñar"


Falso: como las Matemáticas o la Lengua se puede entrenar y si tienes, además, un talento natural con técnicas y entrenamiento evitarás la atrofia del músculo creativo.

"Para ser creativo hay que ser rebelde"


Es verdad que si estás en contra de algo surgen ideas alternativas. Pero la creatividad tiene sus reglas de juego y sus técnicas y esto de las normas le gusta a los conformistas. No hay por qué ser rebelde.

"Para que llegue una buena idea hay que esperar pacientemente a la inspiración"


Como dijo Picasso "que la inspiración me pille rabajando". No podemos quedarnos sentados a esperarla, hay que salir a buscarla.

Técnicas de pensamiento lateral

  • Creación de ideas aleatorias.
  • Revisión de supuestos: eliminar estereotipos.
  • Inversión, dar la vuelta al problema.
  • Proposición provocativa.
  • Fraccionamiento o división del problema.
El pensamiento lateral, creado en los años sesenta por Edward de Bono, es la intuición aplicada. Se trata de generar ideas sin esperar a que te las traiga la inspiración.

En el pensamiento lateral la información se usa no como un fin en sí misma, sino como medio para un efecto determinado; se emplean a menudo como punto de partida planteamientos erróneos para llegar a una solución, al contrario del pensamiento vertical, en el que dicho procedimiento se descarta por principio (lógica, matemática).
Edward de Bono: El pensamiento lateral

jueves, 21 de mayo de 2020

Acrósticos

Los acrósticos

Ademas de los caligramas, podemos realizar otro tipo de juegos con las palabras. Un ejemplo de ello son los acrósticos, inicialmente se trata de versos que contienen o empiezan por una letra y que componen una palabra o varias al irlas uniendo saltando de verso a verso.
Este es el caso de esta composición de Daniela sobre Madrid:

Madrid: una enorme nube de polvo gris provocada por la contaminación de
Algunos habitantes que la forman. Pero, ¿te has fijado en el interior de esta ciudad?
Decenas de años invertidos para que solo te fijes en el exterior.
Realmente esta ciudad tiene una historia que contar. Tiene mucho que enseñarte. Las
Ilustraciones y escultura, su arte en los jardines, catedrales y museos.
De verdad crees que la conoces. Porque cuando sabes quién es, todos los prejuicios
se esfuman y con ellos la nube de polvo que tiene encima.

domingo, 10 de mayo de 2020

Haikus

En esta ocasión la investigación de técnicas poéticas nos lleva al Haiku. Mantendremos la estructura de 3 versos para transmitir una emoción, sensación o pensamiento.

Valeria nos regala estos dos primeros Haikus en castellano.





Un suspiro
Oscuridad
Y jamás despertar








El agua se ha calmado
Las olas parecen pequeñas
Porque la luna las ha eclipsado

jueves, 7 de mayo de 2020

Me pregunto


Me pregunto si sentirás lo mismo,
si al mirar tu reflejo y exhalar
solo puedas pensar en el eterno descansar
o en desear algo tan banal como un mimo.


Me pregunto si eres real o solo una fantasía
de esas que mi cabeza inventa
para mantenerme dormida o despierta,
de esas que seguro no acabarán en agonía.


Porque cuando mi vida real 
se transforma en un papel secundario
mi única escapatoria es el velatorio
pero no el de un alma viajera.


Es un funeral de un alma cansada
que se pregunta qué pasaría si al despertar
otra actitud o vida pudiese desvelar,
¿está en serio tan sobrepasada?


Me pregunto si eres igual de soñadora,
si te gustaría cambiar todo lo que tengo…
Y es entonces cuando lo recuerdo:

somos la misma persona.

Camila A.