Capítulo 4
La vuelta de Luboa
Nunca me había parado a
pensar en qué es querer a alguien. Muchas personas piensan que quieren a
alguien cuando les gusta estar con esa persona, o cuando sabe todos tus
secretos. Pero sinceramente yo creo que querer a alguien es preocuparte por él,
ansiar su felicidad tanto o incluso más que la tuya.
Esto es lo que me pasa
con Ash, mi querido, no tanto en este momento, hermano mellizo. Estoy
preocupada, angustiada diría yo, hace dos días que no hablamos. Después de
ayudar a Meredith con su trabajo de geografía y quitarle el collar con la copia
de la llave del Tesoro Real que se había encontrado misteriosamente esa mañana
debajo de su almohada, decidí darme un baño e irme a dormir. Al día
siguiente no recibí ninguna llamada de nadie, ni un sólo mensaje. Pensé que se
le habría olvidado, así que no le dí importancia. La preocupación real llegó al
día siguiente cuando no me llamó, ni siquiera contestó a ninguna de mis
llamadas. De verdad que tengo miedo. Nunca había estado tanto tiempo sin hablar
con mi hermano y sinceramente lo echo de menos.
Al ver que Ash no
respondía llamé a papá. Él también estaba sin cobertura o tenía apagado el
móvil. Esto no sé si me tranquiliza o me angustia más.
Supuestamente hoy
llegaban de Luboa, por lo que entendí el día que se fueron. Mi plan era darles
una gran bienvenida, pero ahora es lo que menos me apetece. Estoy enfadada
preocupada, angustiada, agobiada y profundamente confundida. No entiendo nada,
no entiendo por qué me han ocultado el motivo de este viaje, por qué no me han
contestado y sobretodo no entiendo que he hecho para que mi hermano no confíe
en mí lo suficiente para contarme todo desde un principio.
Con todo esto pasando
por mi cabeza a velocidad incalculable, decido bajar al salón para despejarme y
pasar tiempo con mi madre y mis hermanos pequeños. Al llegar me doy cuenta de
que mi hermano Nate está leyendo un cuento al revés. Me tomo un segundo para
pensar en si decirle o no, finalmente me decanto por la segunda opción y decido
entablar conversación con mi madre.
—Hola mamá, —saludo— Ash
y papá no me contestan a las llamadas.
—Hoy vuelven hija, no te
preocupes.
Definitivamente esto es
más extraño de lo que creía. Conozco a mi madre, debería de estar llamando a mi
padre desesperada. Debería estar preocupada, enojada, llorando, echando fuego
por la boca... Habría incluso enviado a alguien a Luboa para cerciorarse de que
están bien. Esto es definitivamente más extraño de lo que creía.
—Mamá, ¿te encuentras
bien? —tardo un segundo en darme cuenta de lo que acabo de decir.
En ese momento todas las
miradas de la sala se posan en mí, mi hermana Mer me mira como si hubiese
cometido un delito y estuviera a punto de ir la cárcel. Por el contrario el
rostro de mi hermano refleja expectación y un destello de diversión se posa en
su mirada.
—Claro que sí hija, ¿por
qué lo preguntas?
Todos nos quedamos
ojipláticos.
—Vale, esto si que es
extraño. —mi madre me mira con confusión. —¿No vas a darme ningún sermón sobre
modales? —niega con la cabeza. —¿Ni siquiera me vas a recriminar por el tono
que he utilizado al preguntarte? —niega de nuevo, esta vez sin tanta
efusividad.
—Vaya, si que debe de
ser gordo el cargo de conciencia por no contarte el secreto. —interviene mi
hermana, pero inmediatamente se calla al notar la mirada penetrante de mi
madre.
Abro la boca para
contestar, pero en ese momento me veo interrumpida por el sonido de la puerta
principal.
—¡Hola familia, ya hemos
vuelto! —grita mi padre desde la puerta.
A pesar de que me muero
por ver a mi hermano mellizo, me contengo. Estoy enfada, me lo recuerdo
mentalmente en el intento de frenar mis ganas de salir corriendo. Lo consigo.
—Salvada por la puerta. —dice
Nate en un susurro casi inaudible con su mirada puesta en mamá.
—Bueno, ese cargo de
conciencia está a punto de soltarse. —dice Lara, mi madre, en un tono
misterioso.
En ese momento entran en
el salón los recién llegados. Me dispongo a hablar pero de nuevo soy
interrumpida, esta vez por la voz de Ash.
—Antes de que me grites,
—dice anticipándose a mis acciones— por favor escucha lo que tengo que decirte.
—Hija, —habla mi padre
ahora— hay una explicación razonable para todo esto, no te precipites.
—Esto es cosa de toda la
familia Joel, —le inquiere mi madre— ya hemos guardado este secreto por mucho
tiempo.
Mi padre asiente con
complicidad, en ese momento se crea un silencio incómodo que dura apenas unos
segundos.
—Pero primero, vamos a
sentarnos, —sugiere mi madre— que esto es denso.
—¿Estás listo hijo? —le
pregunta mi padre a Ash.
Conozco perfectamente a
mi hermano, su rostro refleja seguridad, pero tiene la mirada perdida, está
intentando no mirarnos directamente. Tiene miedo, pero no sé de qué.
—Sí, tienen que saberlo.
—responde finalmente.
Aún no ha empezado, pero
siento que estos próximos cinco minutos van a cambiar el resto de mi vida.
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