jueves, 9 de abril de 2020

Relatos distópicos sobre el Corona virus

Coronavirus: no hay pruebas de que los alimentos sean una fuente o

Sentir

Por Camila


La hierba es de un color verde brillante, las hojas se tambalean por una ligera corriente que distingo cómo brisa y, al oír un canto identifico, esos seres alados como pájaros. De repente, un fuerte objeto redondo aparece en mi campo de visión golpeándome fuertemente la mejilla. Entonces abro los ojos. —¡Ayyy!— grito bastante mosqueada.

— ¿Se puede saber qué te pasa? —Me giro y la realidad me atiza de golpe. Mi hermano Cody se acerca corriendo y bastante preocupado.

— Lo siento muchísimo Dome, estaba en SinCity jugando al fútbol con Josh y se me olvidó por un momento que tenía las gafas puestas y que en realidad no me encontraba físicamente allí, de verdad que lo lamento.

— Termina su penoso discurso de disculpa y me giro bruscamente para recoger las gafas que me ha tirado al darme con la bola en la cara, él hace el amago para intentar ayudarme pero, cuando ve que estamos a punto de acercarnos a menos de medio metro, frena en seco y retrocede. Al ver la rudeza en mi rostro, por ese gesto, espeta:

— Sabes que hay que cumplir las normas Dome —dice mientras se aleja para volver a su estado de inmersión. Mientras tanto decido repasar en mi mente el porqué de nuestra fría e impersonal forma de vida.

Hace unos cien años una gran pandemia arrasó toda la Tierra reduciendo su población a menos de la mitad, el COVID-20, una mutación del COVID-19, fue la causante de este terrible desenlace para nuestro planeta. Al término de este acontecimiento, todos los líderes mundiales se reunieron para tomar medidas extremas por lo que, según ellos, estaríamos muchísimo más seguros y esto no volvería a ocurrir. Concluyeron que toda la Tierra estaría en una especie de cuarentena permanente, se le daría a cada familia una parcela con una casa prefabricada de mil metros cuadrados de la cual no podrían salir y sus integrantes no podrían tocarse ni interactuar físicamente. Todas las casas serían limpiadas por los NanoCleans, robots de tamaño mínimo que pasan por todas las casas y las desinfectan cada semana, y nuestra alimentación no sería problema para la confinación, pues una vez al mes un repartidor metálico se encargarían de proporcionar a cada casa unas pastillas o suplementos que deberçiamos ingerir todos los días.

Los hijos son creados en un laboratorio controlado por hologramas de científicos que dictan y programan las indicaciones a robots hiperprecisos. Todo está indicado y planeado para que el mayor riesgo al que te enfrentes sea abrir los ojos por la mañana y levantarte.

Frente a la evidente restricción de salir al exterior, un grupo de los mejores ingenieros desarrollaron en tres meses una increíble plataforma asegurando que así se podría vivir como de costumbre. En ella crearon una gran ciudad virtual donde prácticamente podías vivir y sentir. En menos de lo que canta un gallo todas las casas fueron equipadas con los alucinantes trajes y gafas que te permitirían tener una vida.

Al entran en ella, SinCity, podías ser lo que quisieras, salir de fiesta, trabajar, quedar para comer… y lo más importante, tocar. Podías abrazar y coger de la mano a la gente e incluso acariciar las superficies de las concurridas calles, pues aunque pudieses sentirlo no era físico, no era real. Todo el mundo se despertaba por la mañana a la salida del Sol, se tomaba su suplemento y se disponía a equiparse para entrar en lo que para todos era una rutina y lo que para mí era un engaño. 

Cojo mis gafas y evidentemente irritada me las coloco para seguir en el modo activo (el que requería movilidad y desplazamiento) en uno de los tantos jardines virtuales del pequeño pueblo Lobra, a las afueras de la tan aclamada ciudad virtual. 

—Te has ido de repente, ¿todo bien? —Me sobresalto al escuchar la voz de Krissty.

—Sí, no te preocupes, es solo otra vez el estúpido de mi hermano, ya sabes que para jugar mejor lleva el modo activo a la realidad y su cordura tambalea —aclaro con clara intención de dejarlo en rídiculo, mi amiga ríe.

—Tranquila, con un poco de suerte no tendrás que verlo nunca más.—Mi semblante rudo se tambalea y en mi cara aparece la preocupación.

— ¿Qué? ¿De qué estas hablando —Intento que no se me note la preocupación, el orgullo es uno de mis distintivos.

— ¿En serio no te has enterado? — dice incrédula, niego con la cabeza.

—Si que estás en otro mundo Dome ,—responde.

—En este momento se está reuniendo la cámara para decidir si suprimen o no las familias. 
—¿Qué? — es lo único que sale de mi boca.

— Madre mía, Domenique no te enteras de nada, —Sigo pensando en lo que me ha dicho.

— Tranquila,—intenta tranquilizarme— te paso el vínculo de la noticia y la lees…

—Antes de que termine la frase me desconecto y vuelvo al mundo real.


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