Sentir
Por Camila
La hierba es de un color verde brillante,
las hojas se tambalean por una ligera corriente que distingo cómo brisa y, al
oír un canto identifico, esos seres alados como pájaros. De repente, un fuerte
objeto redondo aparece en mi campo de visión golpeándome fuertemente la
mejilla. Entonces abro los ojos. —¡Ayyy!— grito bastante mosqueada.
— ¿Se puede saber qué te pasa? —Me giro y
la realidad me atiza de golpe. Mi hermano Cody se acerca corriendo y bastante
preocupado.
— Lo siento muchísimo Dome, estaba en SinCity
jugando al fútbol con Josh y se me olvidó por un momento que tenía las gafas
puestas y que en realidad no me encontraba físicamente allí, de verdad que lo
lamento.
— Termina su penoso discurso de disculpa y
me giro bruscamente para recoger las gafas que me ha tirado al darme con la
bola en la cara, él hace el amago para intentar ayudarme pero, cuando ve que
estamos a punto de acercarnos a menos de medio metro, frena en seco y
retrocede. Al ver la rudeza en mi rostro, por ese gesto, espeta:
— Sabes que hay que cumplir las normas
Dome —dice mientras se aleja para volver a su estado de inmersión. Mientras
tanto decido repasar en mi mente el porqué de nuestra fría e impersonal forma
de vida.
Hace unos cien años una gran pandemia
arrasó toda la Tierra reduciendo su población a menos de la mitad, el COVID-20,
una mutación del COVID-19, fue la causante de este terrible desenlace para
nuestro planeta. Al término de este acontecimiento, todos los líderes mundiales
se reunieron para tomar medidas extremas por lo que, según ellos, estaríamos muchísimo
más seguros y esto no volvería a ocurrir. Concluyeron que toda la Tierra
estaría en una especie de cuarentena permanente, se le daría a cada familia una
parcela con una casa prefabricada de mil metros cuadrados de la cual no podrían
salir y sus integrantes no podrían tocarse ni interactuar físicamente. Todas
las casas serían limpiadas por los NanoCleans, robots de tamaño mínimo que
pasan por todas las casas y las desinfectan cada semana, y nuestra alimentación
no sería problema para la confinación, pues una vez al mes un repartidor
metálico se encargarían de proporcionar a cada casa unas pastillas o
suplementos que deberçiamos ingerir todos los días.
Los hijos son creados en un laboratorio
controlado por hologramas de científicos que dictan y programan las
indicaciones a robots hiperprecisos. Todo está indicado y planeado para que el
mayor riesgo al que te enfrentes sea abrir los ojos por la mañana y levantarte.
Frente a la evidente restricción de salir
al exterior, un grupo de los mejores ingenieros desarrollaron en tres meses una
increíble plataforma asegurando que así se podría vivir como de costumbre. En
ella crearon una gran ciudad virtual donde prácticamente podías vivir y sentir.
En menos de lo que canta un gallo todas las casas fueron equipadas con los
alucinantes trajes y gafas que te permitirían tener una vida.
Al entran en ella, SinCity, podías ser lo
que quisieras, salir de fiesta, trabajar, quedar para comer… y lo más
importante, tocar. Podías abrazar y coger de la mano a la gente e incluso
acariciar las superficies de las concurridas calles, pues aunque pudieses
sentirlo no era físico, no era real. Todo el mundo se despertaba por la mañana
a la salida del Sol, se tomaba su suplemento y se disponía a equiparse para
entrar en lo que para todos era una rutina y lo que para mí era un
engaño.
Cojo mis gafas y evidentemente irritada me
las coloco para seguir en el modo activo (el que requería movilidad y
desplazamiento) en uno de los tantos jardines virtuales del pequeño pueblo
Lobra, a las afueras de la tan aclamada ciudad virtual.
—Te has ido de repente, ¿todo bien? —Me
sobresalto al escuchar la voz de Krissty.
—Sí, no te preocupes, es solo otra vez el
estúpido de mi hermano, ya sabes que para jugar mejor lleva el modo activo a la
realidad y su cordura tambalea —aclaro con clara intención de dejarlo en
rídiculo, mi amiga ríe.
—Tranquila, con un poco de suerte no
tendrás que verlo nunca más.—Mi semblante rudo se tambalea y en mi cara aparece
la preocupación.
— ¿Qué? ¿De qué estas hablando —Intento
que no se me note la preocupación, el orgullo es uno de mis distintivos.
— ¿En serio no te has enterado? — dice
incrédula, niego con la cabeza.
—Si que estás en otro mundo Dome ,—responde.
—En este momento se está reuniendo la cámara
para decidir si suprimen o no las familias.
—¿Qué? — es lo único que sale de mi boca.
— Madre mía, Domenique no te enteras de
nada, —Sigo pensando en lo que me ha dicho.
— Tranquila,—intenta tranquilizarme— te
paso el vínculo de la noticia y la lees…
—Antes de que termine la frase me
desconecto y vuelvo al mundo real.
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