viernes, 3 de abril de 2020

El otro lado de la isla

El otro lado de la isla

Autor: Javier M. M.

Capítulo 1º 


Una balsa y un desaparecido


Kurisme comenzó a construir una balsa. Desde que llegaron a la isla ni él, ni Íleon ni Zacarías habían tenido una casa en condiciones, habían vivido en chabolas construidas rápidamente, sin embargo siempre fueron atacados por tribus nómadas de las zona. Del último ataque casi no salen con vida, es por eso que Íleon decidió construir una casa en un barco, lo cual les permitiría vivir alejados. El problema era el posible espacio reducido en una barca para tres personas, por lo que decidieron que Zacarías se quedaría en un campamento en la orilla recolectando comida y materiales de construcción para la barca. 

 Una vez su nuevo vehículo-casa estaba finiquitado Íleon y Kurisme subieron a la barca y se despidieron de Zacarías hasta la noche del día siguiente. 

 —En fin, que sepáis que vamos a hacer guardias por turnos, porque sabiendo que la gente por aquí no es lo que se dice pacífica, yo no pienso quedarme aquí más de lo estrictamente necesario. 

 — Sí, mañana le toca a Íleon, yo he construido la barca así que tengo inmunidad —dijo Kurisme, desentendiendose. 

 — Bueno, dejaos de charlas e iros, está anocheciendo y tenéis mucha isla que recorrer —dijo Zacarías. 

 —¿ No creeis que es muy ineficiente recorrer kilómetros de costa de ida por la noche y volver a recorrerlos de vuelta por las mañanas?—dijo Íleon. 

 — ¿Se te ocurre otra idea?—le invitó a hablar Kurisme. 
Íleon se giró en señal de rechazo y subió a la balsa, Kurisme fue detrás y tras unos minutos lograron que saliera al mar. 

—Bien, debemos ir muy pegados al borde del arrecife, dijo Kurisme mientras hacía encender una antorcha con dos piedras. 

—¿Pero qué haces Kurisme? ¿No ves que no debemos llamar la atención? Una luz en medio del mar es prácticamente una señal de «mátame» tanto para monstruos como para humanos. 

— ¿Y cómo pretendes guiarte por el arrecife sin ver el fondo desgraciado?—dijo de mala gana Kurisme. 

— Bueno tampoco hay que ponerse así —respondió Íleon. 

Finalmente encontraron un buen lugar donde amarrar el barco, detrás de unas rocas, pegados al arrecife, allí nadie podría ver el barco. Cuando amaneció de nuevo Íleon y Kurisme encendieron la hoguera, la cual con la luz del día no llamaría tanto la atención, y no creían que nadie se fijara en el humo que desprendía, dentro de la hoguera encendieron paja y empezaron a cocinar unos trozos de carne que Zacarías les dio antes de irse. Mientras veían la carne cocinarse lentamente comenzaron a planificar el día. 

 —Sabes, deberíamos domesticar algún monstruo para defendernos, aunque solo sea por ahora —dijo Kurisme. 

 —Pero, ¿qué monstruo? Son todos mucho más fuertes que nosotros —respondió Íleon. —Zacarías me habló de que en lo profundo del bosque crecían unas bayas especiales que causan somnolencia, podríamos hacer una especie de puré con ellas y untar algunas flechas —sugirió Kurisme. 

 — ¿Propones hacer unos narcóticos entonces? 

— No veo por qué no —respondió Kurisme. 

—Pero vamos a ver, ¿cómo piensas saber que cantidad de narcótico necesitamos para dormir a cada animal? —preguntó Íleon. 

—Pues no, pero podemos simplemente probar hasta que se duerman.  

—Si, o hasta que se mueran —dijo irónicamente Íleon. 

—Bueno, son ellos o nosotros dijo cómicamente Kurisme. Kurisme e Íleon se adentraron en el bosque en busca de las frutas narcóticas, tras varias horas de caminata llegaron a una de las partes más profundas del bosque. 

—Oye ahora que lo pienso —dijo Íleon.

—Di —contestó Kurisme —¿Tú sabes cómo son esas bayas que buscamos?—preguntó Íleon 

 —¡MIERDA! —¡Kurisme llevamos todo el día caminando por el bosque, ahora no llegaremos a tiempo hacia donde está Zacarías, se pensará que nos ha pasado algo y quizás haga alguna locura! 

—¡No me eches la culpa a mi! ¡Tú tampoco te has dado cuenta hasta ahora!

—Vámonos de vuelta, rápido.—dijo Íleon. 

— Ya no nos va a dar tiempo a llegar a tiempo 

—¡CÁLLATE Y CORRE!— Gritó Íleon. 

 Sin embargo, en cuanto los dos iban a empezar a correr, un perro gigante de negro y brillante pelaje y grandes ojos verdes y amenazantes apareció de entre los matojos y les gruño agresivamente. 

 — ¡PERO QUÉ…!

A Kurisme no le dio tiempo a terminar con su frase. Íleon le tiró una piedra a la cabeza al perro, el cual huyó gimiendo.

 —¡CORRE, VENGA! —gritó Íleon. 

Estuvieron corriendo sin mirar atrás durante un buen rato, hasta que, una vez ya entrada la noche, Kurisme e Íleon llegaron a donde estaba la balsa, tras nadar hasta detrás de la roca donde esta estaba. Zarparon rápidamente, y esta vez sí que encendieron la antorcha, ya que estaban empapados y entre eso y que la temperatura en la isla decaía mucho al entrar la noche, necesitaban entrar en calor. Tuvieron suerte, ya que comenzó a hacer mucho aire y pudieron elevar la vela en vez de remar, esto fue un alivio para ellos, sujetar la antorcha y remar al mismo tiempo era extremadamente cansado. Ya estaba amaneciendo cuando llegaron al lugar en el que dejaron a Zacarías. Amarraron la barca en la orilla y fueron a la chabola donde se despidieron de Zacarías la noche anterior, sin embargo al entrar en la chabola él ya no estaba allí. 

 —¿Y Zacarías? ¿Adónde ha ido?—dijo Íleon. 

 —No lo sé, quizás ha salido a por comida.—dijo Kurisme. 

—Me temo que no. Mira—dijo con preocupación Íleon apuntando hacia un baúl en una esquina de la casa. Estaba lleno de comida con especias por encima para conservarlas. 

—No ha ido a por comida, ya tiene aquí —dijo Kurisme

— Quizás lo hayan… —Kurisme no quiso acabar la frase. 

—¿Pero quién tendría interés en matarle?—dijo bruscamente Íleon. 

 —No lo sé —contestó. 

—¿Sabes? Deberíamos intentar buscarle, es lo mínimo que podríamos hacer por él — declaró Kurisme. 

—Claro, para que nos maten a nosotros también —dijo Íleon. 

—Vayamos por turnos, así si ocurre algo quedará uno de nosotros. 

—¿No piensas tomar en cuenta mi opinión no? 

 —No—contestó Kurisme. 

Íleon puso los ojos en blanco y decidió que saldría el primero, pensó que si tenía que morir lo mejor era no retrasar el momento. Íleon salió, era ya casi medianoche y él solo llevaba una antorcha y un garrote que habían fabricado. Al adentrarse en el bosque encendió su antorcha, casi no se vería entre la vegetación del bosque, que era bastante abundante. El bosque era bastante frondoso, tenía tanto árboles gruesos como finos e increíblemente altos, con colores muy llamativos que Íleon no tuvo tiempo de apreciar correctamente, ya que sabía que cuanto más se adentrase en la isla más depredadores encontraría. Caminó durante una media hora, memorizando los caminos por los que pasaba hasta que llegó a un claro del bosque en el que había un lago, y al otro lado podían observarse unas chozas de madera juntas y conectadas por caminos.  
«Un campamento» —se dijo Íleon. 

«Quizás allí pueda encontrar pistas de dónde está Zacarías, o de lo que quede de él» —pensó con un escalofrío. 

Íleon decidió volver corriendo a la pequeña chabola donde estaba Kurisme, no tardó demasiado en llegar ya que se había aprendido los caminos de memoria. 

 —¡Kurisme! —gritó Íleon una vez llegó al campamento. 

—¡Cállate, no sabemos si alguien o algo nos puede escuchar! —exclamó Kurisme.

—He encontrado una especie de campamento en lo profundo de la isla. 

—Y qué quieres decir con eso —dijo Kurisme de mala gana, ya que se había quedado dormido y los berridos de Íleon le habían despertado. 

—Te quiero decir que quizás ellos han raptado a Zacarías. Kurisme se pasó la mano por su pelo puntiagudo y grisáceo, era alto y siempre iba con un abrigo de piel de oso, solo se lo quitaba para dormir y para bañarse, era de complexión más o menos fuerte y tenía una muñequera, que en realidad era un alga seca que se le pegó al brazo, cuando la vio le gustó y decidió usarla de «accesorio». 

 —Está bien, ¿propones ir a investigar ese campamento? —Sí, es posible que sepan algo de Zacarías. 

—Pero, ¿y si nadie se ha llevado a Zacarías? ¿Y si se ha visto sorprendido por algún monstruo o algo por el estilo?—dijo Kurisme. 

—De todas maneras quizás nos pueda beneficiar ir y echar un vistazo. —¿Sugieres ir e intentar hacernos amigos suyos? 

 —No exactamente, necesitamos muchos recursos para hacer nuestra casa en la barca, y no nos vendría mal tomar prestadas algunas cosas —dijo Íleon poniéndose de pie, era muy alto, de pelo oscuro y sus ojos tenían una peculiaridad, eran de un color rojo carmesí que llamaba en exceso la atención, era de complexión fuerte pero algo menos que Kurisme, y sus brazos y piernas eran algo más delgados que los de su amigo. 

—Vamos que lo que quieres es robar —dijo Kurisme. 

—Es la ley de la selva amigo, o nos hacemos más fuertes a costa de alguien o alguien se hará más fuerte a nuestra costa.

—Íleon sonreía de manera pícara. 

—Bueno, pero ¿y si nos descubren? Pregunto Kurisme, nunca le había gustado el riesgo, el prefería siempre asegurar la jugada. 

—Va a ser un ataque rápido, no pasa nada, ni nos oirán —dijo Íleon riéndose. 

— No me parece un buen plan en absoluto. 

 —Bueno, yo pensaba ir de todas formas, ¿vienes o no? Kurisme resopló y se puso en pie. 

 —Que sepas que te odio —dijo Kurisme.

—Podré vivir con ello —replicó Íleon, mientras salían de la chabola y se dirigían a lo profundo de la isla en busca del campamento, mientras tanto, comenzaba a amanecer.

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