viernes, 24 de abril de 2020

El gorrión con alas de acero

El gorrión con alas de acero



Al abrocharme el casco sentí que tenía alas
Era un gorrión surcando el cielo
Pero entonces, vino un halcón
Con sus plumas de metal y proyectiles veloces me dio.
Ahora el gorrión cantaba 
Una estridente melodía mortal
Avisando que venía lo peor
Como hoja muerta una de las alas cayó
Y con ella también el gorrión

Valeria T.

jueves, 9 de abril de 2020

Relatos distópicos sobre el Corona virus

Coronavirus: no hay pruebas de que los alimentos sean una fuente o

Sentir

Por Camila


La hierba es de un color verde brillante, las hojas se tambalean por una ligera corriente que distingo cómo brisa y, al oír un canto identifico, esos seres alados como pájaros. De repente, un fuerte objeto redondo aparece en mi campo de visión golpeándome fuertemente la mejilla. Entonces abro los ojos. —¡Ayyy!— grito bastante mosqueada.

— ¿Se puede saber qué te pasa? —Me giro y la realidad me atiza de golpe. Mi hermano Cody se acerca corriendo y bastante preocupado.

— Lo siento muchísimo Dome, estaba en SinCity jugando al fútbol con Josh y se me olvidó por un momento que tenía las gafas puestas y que en realidad no me encontraba físicamente allí, de verdad que lo lamento.

— Termina su penoso discurso de disculpa y me giro bruscamente para recoger las gafas que me ha tirado al darme con la bola en la cara, él hace el amago para intentar ayudarme pero, cuando ve que estamos a punto de acercarnos a menos de medio metro, frena en seco y retrocede. Al ver la rudeza en mi rostro, por ese gesto, espeta:

— Sabes que hay que cumplir las normas Dome —dice mientras se aleja para volver a su estado de inmersión. Mientras tanto decido repasar en mi mente el porqué de nuestra fría e impersonal forma de vida.

Hace unos cien años una gran pandemia arrasó toda la Tierra reduciendo su población a menos de la mitad, el COVID-20, una mutación del COVID-19, fue la causante de este terrible desenlace para nuestro planeta. Al término de este acontecimiento, todos los líderes mundiales se reunieron para tomar medidas extremas por lo que, según ellos, estaríamos muchísimo más seguros y esto no volvería a ocurrir. Concluyeron que toda la Tierra estaría en una especie de cuarentena permanente, se le daría a cada familia una parcela con una casa prefabricada de mil metros cuadrados de la cual no podrían salir y sus integrantes no podrían tocarse ni interactuar físicamente. Todas las casas serían limpiadas por los NanoCleans, robots de tamaño mínimo que pasan por todas las casas y las desinfectan cada semana, y nuestra alimentación no sería problema para la confinación, pues una vez al mes un repartidor metálico se encargarían de proporcionar a cada casa unas pastillas o suplementos que deberçiamos ingerir todos los días.

Los hijos son creados en un laboratorio controlado por hologramas de científicos que dictan y programan las indicaciones a robots hiperprecisos. Todo está indicado y planeado para que el mayor riesgo al que te enfrentes sea abrir los ojos por la mañana y levantarte.

Frente a la evidente restricción de salir al exterior, un grupo de los mejores ingenieros desarrollaron en tres meses una increíble plataforma asegurando que así se podría vivir como de costumbre. En ella crearon una gran ciudad virtual donde prácticamente podías vivir y sentir. En menos de lo que canta un gallo todas las casas fueron equipadas con los alucinantes trajes y gafas que te permitirían tener una vida.

Al entran en ella, SinCity, podías ser lo que quisieras, salir de fiesta, trabajar, quedar para comer… y lo más importante, tocar. Podías abrazar y coger de la mano a la gente e incluso acariciar las superficies de las concurridas calles, pues aunque pudieses sentirlo no era físico, no era real. Todo el mundo se despertaba por la mañana a la salida del Sol, se tomaba su suplemento y se disponía a equiparse para entrar en lo que para todos era una rutina y lo que para mí era un engaño. 

Cojo mis gafas y evidentemente irritada me las coloco para seguir en el modo activo (el que requería movilidad y desplazamiento) en uno de los tantos jardines virtuales del pequeño pueblo Lobra, a las afueras de la tan aclamada ciudad virtual. 

—Te has ido de repente, ¿todo bien? —Me sobresalto al escuchar la voz de Krissty.

—Sí, no te preocupes, es solo otra vez el estúpido de mi hermano, ya sabes que para jugar mejor lleva el modo activo a la realidad y su cordura tambalea —aclaro con clara intención de dejarlo en rídiculo, mi amiga ríe.

—Tranquila, con un poco de suerte no tendrás que verlo nunca más.—Mi semblante rudo se tambalea y en mi cara aparece la preocupación.

— ¿Qué? ¿De qué estas hablando —Intento que no se me note la preocupación, el orgullo es uno de mis distintivos.

— ¿En serio no te has enterado? — dice incrédula, niego con la cabeza.

—Si que estás en otro mundo Dome ,—responde.

—En este momento se está reuniendo la cámara para decidir si suprimen o no las familias. 
—¿Qué? — es lo único que sale de mi boca.

— Madre mía, Domenique no te enteras de nada, —Sigo pensando en lo que me ha dicho.

— Tranquila,—intenta tranquilizarme— te paso el vínculo de la noticia y la lees…

—Antes de que termine la frase me desconecto y vuelvo al mundo real.


miércoles, 8 de abril de 2020

El otro lado de la isla


Por Javier M.M.

Capítulo 2

Por un puñado de bayas

Kurisme e Íleon llevaban tiempo  caminando hacia el campamento que buscaban. En esta ocasión, Kurisme era el que iba atento y en constante tensión por la aparición de cualquier monstruo, mientras que Íleon se empezó a fijar en toda la vegetación que le rodeaba. Le impresionó la cantidad de tonos de colores que estaba apreciando, pero lo que más le gustó de ese segundo viaje fue el increíble silencio que se podía experimentar, exceptuando cada vez que Kurisme murmuraba que si realmente sabía lo que se hacía. Íleon dejó de prestarle atención tras un tiempo y cuando quiso darse cuenta habían llegado al campamento. Esta vez, Íleon pudo ver el campamento claramente, ya que estaba a plena luz del día, el campamento se situaba en un valle, estaba lleno de antorchas clavadas en la tierra, las cuales alumbraban los caminos que conectaban las chabolas, todos los caminos llevaban a una cabaña más grande, rodeada de antorchas apagadas, probablemente porque no era necesario encenderlas por el día. 
—Bueno, este es el lugar—dijo Íleon
—¿Crees que serán buena gente ?— 
—Yo creo que en esta isla hay de todo menos buena gente. —Kurisme estaba muy agobiado. 
Decidieron bajar de la especie de colina en la que estaban hasta lo profundo del valle, donde se situaba el campamento, aunque una vez se hubieron acercado bastante ese lugar parecía más bien una pequeña aldea,  estaba rodeada por una muralla de troncos de madera con sus extremos afilados, simulando pinchos, había una gran puerta que parecía la entrada a la aldea, estaba abierta por lo que la muralla era totalmente ineficiente. 
Kurisme e Íleon entraron sin más a la aldea, nadie vino a detenerles, se percataron de que en el pueblo no había más que gente tirada en el suelo, sentados o tumbados sobre mantas, algunos incluso tenían niños pequeños arropados con mantas deshilachadas, se veían a niños algo más mayores pero bastante delgados y llenos de barro jugando con un amasijo de pieles y fibras de plantas que imitaba una pelota. 
—La gente aquí está peor económicamente incluso que nosotros —dijo Kurisme.
—Pues sí, ¿qué les habrá llevado a estar tan mal? —preguntó Íleon.
—No lo sé, pero la cabaña grande tiene pinta de ser la del «jefe», quizás él pueda darnos una explicación sobre esto y también del paradero de Zacarías —dijo Kurisme mientras se acercaban a la cabaña grande.
En un momento dado, un niño de unos tres años aproximadamente tiró del pantalón de Kurisme y con cara de pena le extendió la mano, él entendió perfectamente que el niño le pedía comida, y de su bolsillo sacó una bolsita con unas bayas que se llevó de la cabaña de Zacarías para el viaje, sin embargo, cuando fue a dárselas un hombre muy corpulento cogió al niño de la mano de manera brusca, agarró el saco de bayas y se lo metió en el bolsillo, miró a Kurisme con muy mala cara y se fue rápidamente. Kurisme pudo observar como el guardia abría el saco y se comía algunas de las bayas antes de volver a cerrarlo. Íleon observaba algo incrédulo lo que estaba sucediendo, mientras tanto Kurisme no ocultó su molestia hacia aquel guardia y empezó a maldecir por lo bajo, se giró hacia el niño, que estaba sentado en el suelo, sollozando, se llevó la mano al bolsillo y tras sacarla, rápidamente se la tendió al niño para ayudarle a levantarse, cuando se puso en pie, Kurisme le soltó la mano, habiendo dejado en la del niño un puñadito de bayas, le guiñó el ojo al niño y se llevó el dedo índice a los labios, en señal de complicidad. 
Una vez el niño se hubo marchado junto con el regalo de Kurisme, él e Íleon siguieron su camino hacia la cabaña grande.
Caminaron por unas estrechas callejuelas entre las casas, había un montón de niños jugando por allí, ya iban a salir del callejón cuando una señora les empezó a llamar. 
—¡Muchachos! Nunca os había visto por el poblado ¿quiénes sois? 
La mujer estaba sentada en la entrada de su cabaña y les hacía gestos con la mano, indicándoles que se acercaran. Era muy morena y tenía el pelo negro y largo. 
Íleon y Kurisme se acercaron a donde estaba la mujer. 
—Hemos venido buscando a un amigo nuestro, que desapareció ayer —dijo Íleon.
—Ya decía yo que no me sonabais de nada, en fin, he visto lo que ha pasado antes con el guardia y mi hijo, quería daros las gracias.
—¡Ah! El chaval era tu hijo —dijo Kurisme. 
—Si, y aunque esté agradecida por vuestra amabilidad quiero que sepáis que os estáis poniendo en peligro haciendo estas cosas. 
—¿Nosotros? ¿por qué? —dijo Íleon, preocupado
—El líder de la tribu, el Gran Qu'ar es el que debe aceptar la ayuda a la ciudadanía, es lo que está escrito en las leyes Qu'ar.
— Entiendo, ¿y qué castigo puede haber por incumplir esa ley? —preguntó Kurisme. 
—Pues el castigo dependerá del humor con el que el Gran Qu'ar se despierte ese día. —contestó triste la mujer. 
Kurisme e Íleon se miraron durante un segundo. 
—Y ese Gran Qu'ar... ¿Cómo trata a los ciudadanos? ¿por qué sabiendo que hay gente pidiendo comida por la calle no permite las ayudas? —Íleon parecía intrigado a la par que molesto. 
—El Gran Qu'ar es un hombre muy orgulloso de su tribu, dice que no debe verse humillada a aceptar la caridad de nadie, dice que cualquier miembro ajeno a la tribu que ofrezca alimentos por caridad será penada gravemente —contestó la mujer.
—¿Y por qué el guardia no nos hizo nada? Simplemente me confiscó el saco y luego se comió las bayas —dijo Kurisme.
—Aquí pasan hambre hasta los guardias, si no os ha arrestado es para asegurarse de que volváis con más limosna que él os pueda volver a confiscar y así comérsela. No sería la primera vez que sucede. La mujer ahora parecía muy apenada. 
—Entiendo, ¿puede contarnos algo más del Gran Qu'ar? —dijo Íleon
—La verdad es que suele pasar la mayor parte del tiempo en sus aposentos en la gran cabaña del pueblo. Allí es donde reside, realmente ningún ciudadano tiene permitido entrar allí así que su vida es un misterio.
—Bueno, pues ya tenemos dos motivos por los que visitar a ese señor —dijo Íleon. 
—Por favor, no le hagan enfadar, y sobre todo, yo no os he dicho nada —suplicó la mujer.
Kurisme e Íleon se despidieron de la mujer y del niño al que ayudaron, que había salido a despedirse de su amigo Kurisme y siguieron avanzando hasta la cabaña grande. 
—Menudo personaje ese tal Gran Qu'ar, está arruinando a sus ciudadanos —dijo Kurisme. 
—Si, y eso de que casi nunca salga de su casa me da muy mala espina, por no hablar de que lo de las limosnas es deleznable. Sus ciudadanos no deberían recibir limosnas pero porque un buen líder no tendría a su pueblo muerto de hambre ¡no porque lo considere humillante! —exclamó Íleon. 
La gente se quedó mirando a Íleon. 
—Creo que has gritado mucho...—Kurisme puso cara de circunstancias, le dirigió una mirada a Íleon y apretaron el paso. 
Finalmente llegaron a la casa del Gran Qu'ar, la cual estaba rodeada de guardias. La cabaña era distinta a las demás, las de los ciudadanos eran más parecidas a chabolas, esta era una cabaña con una forma más estética, y bastante más grande. 
—Algo me dice que esos guardias no nos van a dejar pasar ni para atrás —dijo Íleon. 
—¿Y qué hacemos?—dijo Kurisme. 
Íleon se contuvo la risa y se llevó la mano al bolsillo, sacó un saco de bayas. 
—Jejeje... nos vamos a fundir las provisiones en esta expedición —dijo Íleon riéndose. 
—¿Qué planeas?—preguntó Kurisme, desconfiado.
—¿No nos dijo la señora que los guardias también pasaban hambre y se quedaban las limosnas?
—¿No estarás pensando aprovecharte de la pobreza de esta gente?—reprochó Kurisme. 
—Bueno, siempre podemos montarle un pollo al señor este cuando entremos  — dijo Íleon, mientras se acercaba a la puerta con el saco en la mano.
—Buenos días señores, mi compañero y yo hemos estado observa... —a Íleon no le dio tiempo a terminar la frase cuando el guardia le interrumpió. 
—¡Tú me suenas, eres el que iba con el chico que le dio comida a aquel niño!— exclamó el guarda, el otro guarda miró a Íleon y se acercó con intención de detenerlo. 
—¡Espera!— gritó el guarda a su compañero. 
—¿Cómo que espera? ¡Está incumpliendo la ley! —dijo el otro guarda, era bastante corpulento e intimidante. 
—Mira— el guarda no le hizo caso a su compañero y se dirigió a Íleon —Si no os detuve antes fue porque la cosa no está como para deshacernos de la gente que trae comida, y por lo que veo traes un saco de bayas en tu mano, por lo que quiero proponerte un trato mejor que el tú podrías proponerme a mí. —El guarda terminó de hablar e Íleon se guardó el saquito en el bolsillo. 
—¿Trato?— contestó Íleon.
—Mira, intuyo que si has venido aquí es porque quieres hablar con el Gran Qu'ar ¿verdad? —dijo el guarda. 
—Correcto —asintió Íleon. 
—Bien, os propongo lo siguiente, ¿si yo te consigo una audición con el Gran Qu'ar, tú podrías distraerlo el tiempo suficiente como para que el pueblo pueda organizarse y echarlo de la tribu? —dijo el guarda, esperanzado— Ese hombre es un tirano que tiene el pueblo sumido en la miseria, tenemos que movilizarnos si queremos sobrevivir a él. Yo me tomaré el tiempo de avisar a todos los guardas, no creo que ninguno esté en desacuerdo.
—Pero si es enemigo común del pueblo, ¿por qué no os movilizasteis contra él antes? 
Ahora fue el otro guarda el que habló.
—El Gran Qu'ar tiene amistades con los líderes de poblados cercanos, si damos un golpe de estado con él consciente de ello desde el principio, solo tendría que pedir ayuda y nos reducirían en seguida.—Hablaba a desgana, se le veía muy apenado.  
—Está bien, acepto el trato, si me disculpáis iré a hablar con mi compañero, a todo esto, ¿Cómo os llamáis?— dijo Íleon.
—Mi nombre es Du'ar y mi compañero se llama Kal'ar— dijo el guarda que había hablado primero. 
—Bien, pues yo me llamo Íleon, y mi compañero que espera allí a lo lejos se llama Kurisme.
Íleon volvió a donde estaba Kurisme y le comentó el trato que había hecho con Du'ar. 
— A resumidas cuentas, lo que tenemos que hacer es distraer al líder de la tribu para que el pueblo le monte una emboscada —dijo Kurisme tras la explicación
—¿Tenemos?—preguntó Íleon con sorna.
—No, TÚ te vas a encargar de negociar con el líder, mientras que yo organizo al pueblo. 
—¿Y desde cuándo tú organizas los planes?—preguntó Kurisme. 
—Desde que yo he negociado con los guardas, por lo que a ti te toca con ese señor —dijo Íleon con una pícara sonrisa mientras volvía a hablar con los guardas.
—¿Y bien?—preguntó Kal'ar, esperanzado. 
—Os cuento: mi compañero será el que tenga la audición con el gran Qu'ar, yo os ayudaré a organizar el golpe de Estado.
—¡Muchas gracias!—exclamó Du'ar mientras le daba un apretón de manos tan fuerte que a Íleon se le durmió la mano y el antebrazo.
—Bien, pues si te parece, yo iré contigo por el pueblo, informando del ataque, mientras que Du'ar le consigue la audición con el Gran Qu'ar a tu amigo —le dijo Kal'ar a Íleon. 
—Me parece perfecto —dijo Íleon.
Mientras tanto Kurisme se acercó a donde estaban para presentarse a los guardas.
—Bien, pues tú espera aquí un momento y en seguida estoy contigo, voy a avisar al resto de guardas —le dijo Du'ar a Kurisme. 
—El ataque será cuando hayamos reunido a todo el pueblo —dijo Íleon antes de irse junto a Kal'ar hacía la zona pobre del pueblo, que era todo el pueblo excepto la casa del líder.
—Y si se puede saber, ¿por qué queréis hablar con el despreciable Gran Qu'ar?
—Estamos buscando a un compañero que desapareció ayer, y cuando descubrimos vuestro poblado pensamos que igual podríamos obtener información de su paradero. ¿No has visto a algún forastero por aquí entre ayer y hoy?
—No tiene sentido mentirte, no he visto a nadie, no hay mucha gente que vea beneficioso venir aquí, y el Gran Qu'ar no toma rehenes casi nunca, solo si le han molestado demasiado.
—Bueno, por intentarlo que no quede —dijo Íleon— quizás sepa si ha acabado en alguno de los pueblos vecinos con los que tiene amistad.
—De eso sí que ya no puedo hablarte —dijo Kal'ar— se nos tiene prohibido hablar con otras tribus, el Gran Qu'ar dice que sería rebajarse al nivel de las tribus inferiores. 
—Ese hombre está como una cabra —dijo Íleon, molesto. 
Kal'ar simplemente suspiró resignado.



viernes, 3 de abril de 2020

Después de la tormenta no siempre viene la calma




Después de la tormenta no siempre viene la calma


Todo aquello de la cuarentena pasó ya, hace tiempo. El virus mutó y ahora es mucho más peligroso, han muerto millones de personas... solo en España. Los supermercados comenzaron a cerrar, hace meses que ya no hay  ni siquiera  suministros de primera necesidad. Ahora, si quieres sobrevivir, tienes que, o bien haber guardado comida para meses o bien dedicarte a atracar a la gente. Ahora todos salimos a la calle, claro que tenemos miedo del virus, pero supongo que el hambre lo cambia todo. Todos aquellos trabajos de valores que hice..., ahora entiendo por qué todos hacen lo que hacen. Es muy fácil criticar las elecciones de los demás, lo que no sabemos es que no siempre es una elección. A veces no hay más opciones. Claro que antes me daba mucha ansiedad no salir nunca de casa, pero la incertidumbre de no saber cuántos días te quedan de vida, es mucho peor...

Flavia F.B.

El otro lado de la isla

El otro lado de la isla

Autor: Javier M. M.

Capítulo 1º 


Una balsa y un desaparecido


Kurisme comenzó a construir una balsa. Desde que llegaron a la isla ni él, ni Íleon ni Zacarías habían tenido una casa en condiciones, habían vivido en chabolas construidas rápidamente, sin embargo siempre fueron atacados por tribus nómadas de las zona. Del último ataque casi no salen con vida, es por eso que Íleon decidió construir una casa en un barco, lo cual les permitiría vivir alejados. El problema era el posible espacio reducido en una barca para tres personas, por lo que decidieron que Zacarías se quedaría en un campamento en la orilla recolectando comida y materiales de construcción para la barca. 

 Una vez su nuevo vehículo-casa estaba finiquitado Íleon y Kurisme subieron a la barca y se despidieron de Zacarías hasta la noche del día siguiente. 

 —En fin, que sepáis que vamos a hacer guardias por turnos, porque sabiendo que la gente por aquí no es lo que se dice pacífica, yo no pienso quedarme aquí más de lo estrictamente necesario. 

 — Sí, mañana le toca a Íleon, yo he construido la barca así que tengo inmunidad —dijo Kurisme, desentendiendose. 

 — Bueno, dejaos de charlas e iros, está anocheciendo y tenéis mucha isla que recorrer —dijo Zacarías. 

 —¿ No creeis que es muy ineficiente recorrer kilómetros de costa de ida por la noche y volver a recorrerlos de vuelta por las mañanas?—dijo Íleon. 

 — ¿Se te ocurre otra idea?—le invitó a hablar Kurisme. 
Íleon se giró en señal de rechazo y subió a la balsa, Kurisme fue detrás y tras unos minutos lograron que saliera al mar. 

—Bien, debemos ir muy pegados al borde del arrecife, dijo Kurisme mientras hacía encender una antorcha con dos piedras. 

—¿Pero qué haces Kurisme? ¿No ves que no debemos llamar la atención? Una luz en medio del mar es prácticamente una señal de «mátame» tanto para monstruos como para humanos. 

— ¿Y cómo pretendes guiarte por el arrecife sin ver el fondo desgraciado?—dijo de mala gana Kurisme. 

— Bueno tampoco hay que ponerse así —respondió Íleon. 

Finalmente encontraron un buen lugar donde amarrar el barco, detrás de unas rocas, pegados al arrecife, allí nadie podría ver el barco. Cuando amaneció de nuevo Íleon y Kurisme encendieron la hoguera, la cual con la luz del día no llamaría tanto la atención, y no creían que nadie se fijara en el humo que desprendía, dentro de la hoguera encendieron paja y empezaron a cocinar unos trozos de carne que Zacarías les dio antes de irse. Mientras veían la carne cocinarse lentamente comenzaron a planificar el día. 

 —Sabes, deberíamos domesticar algún monstruo para defendernos, aunque solo sea por ahora —dijo Kurisme. 

 —Pero, ¿qué monstruo? Son todos mucho más fuertes que nosotros —respondió Íleon. —Zacarías me habló de que en lo profundo del bosque crecían unas bayas especiales que causan somnolencia, podríamos hacer una especie de puré con ellas y untar algunas flechas —sugirió Kurisme. 

 — ¿Propones hacer unos narcóticos entonces? 

— No veo por qué no —respondió Kurisme. 

—Pero vamos a ver, ¿cómo piensas saber que cantidad de narcótico necesitamos para dormir a cada animal? —preguntó Íleon. 

—Pues no, pero podemos simplemente probar hasta que se duerman.  

—Si, o hasta que se mueran —dijo irónicamente Íleon. 

—Bueno, son ellos o nosotros dijo cómicamente Kurisme. Kurisme e Íleon se adentraron en el bosque en busca de las frutas narcóticas, tras varias horas de caminata llegaron a una de las partes más profundas del bosque. 

—Oye ahora que lo pienso —dijo Íleon.

—Di —contestó Kurisme —¿Tú sabes cómo son esas bayas que buscamos?—preguntó Íleon 

 —¡MIERDA! —¡Kurisme llevamos todo el día caminando por el bosque, ahora no llegaremos a tiempo hacia donde está Zacarías, se pensará que nos ha pasado algo y quizás haga alguna locura! 

—¡No me eches la culpa a mi! ¡Tú tampoco te has dado cuenta hasta ahora!

—Vámonos de vuelta, rápido.—dijo Íleon. 

— Ya no nos va a dar tiempo a llegar a tiempo 

—¡CÁLLATE Y CORRE!— Gritó Íleon. 

 Sin embargo, en cuanto los dos iban a empezar a correr, un perro gigante de negro y brillante pelaje y grandes ojos verdes y amenazantes apareció de entre los matojos y les gruño agresivamente. 

 — ¡PERO QUÉ…!

A Kurisme no le dio tiempo a terminar con su frase. Íleon le tiró una piedra a la cabeza al perro, el cual huyó gimiendo.

 —¡CORRE, VENGA! —gritó Íleon. 

Estuvieron corriendo sin mirar atrás durante un buen rato, hasta que, una vez ya entrada la noche, Kurisme e Íleon llegaron a donde estaba la balsa, tras nadar hasta detrás de la roca donde esta estaba. Zarparon rápidamente, y esta vez sí que encendieron la antorcha, ya que estaban empapados y entre eso y que la temperatura en la isla decaía mucho al entrar la noche, necesitaban entrar en calor. Tuvieron suerte, ya que comenzó a hacer mucho aire y pudieron elevar la vela en vez de remar, esto fue un alivio para ellos, sujetar la antorcha y remar al mismo tiempo era extremadamente cansado. Ya estaba amaneciendo cuando llegaron al lugar en el que dejaron a Zacarías. Amarraron la barca en la orilla y fueron a la chabola donde se despidieron de Zacarías la noche anterior, sin embargo al entrar en la chabola él ya no estaba allí. 

 —¿Y Zacarías? ¿Adónde ha ido?—dijo Íleon. 

 —No lo sé, quizás ha salido a por comida.—dijo Kurisme. 

—Me temo que no. Mira—dijo con preocupación Íleon apuntando hacia un baúl en una esquina de la casa. Estaba lleno de comida con especias por encima para conservarlas. 

—No ha ido a por comida, ya tiene aquí —dijo Kurisme

— Quizás lo hayan… —Kurisme no quiso acabar la frase. 

—¿Pero quién tendría interés en matarle?—dijo bruscamente Íleon. 

 —No lo sé —contestó. 

—¿Sabes? Deberíamos intentar buscarle, es lo mínimo que podríamos hacer por él — declaró Kurisme. 

—Claro, para que nos maten a nosotros también —dijo Íleon. 

—Vayamos por turnos, así si ocurre algo quedará uno de nosotros. 

—¿No piensas tomar en cuenta mi opinión no? 

 —No—contestó Kurisme. 

Íleon puso los ojos en blanco y decidió que saldría el primero, pensó que si tenía que morir lo mejor era no retrasar el momento. Íleon salió, era ya casi medianoche y él solo llevaba una antorcha y un garrote que habían fabricado. Al adentrarse en el bosque encendió su antorcha, casi no se vería entre la vegetación del bosque, que era bastante abundante. El bosque era bastante frondoso, tenía tanto árboles gruesos como finos e increíblemente altos, con colores muy llamativos que Íleon no tuvo tiempo de apreciar correctamente, ya que sabía que cuanto más se adentrase en la isla más depredadores encontraría. Caminó durante una media hora, memorizando los caminos por los que pasaba hasta que llegó a un claro del bosque en el que había un lago, y al otro lado podían observarse unas chozas de madera juntas y conectadas por caminos.  
«Un campamento» —se dijo Íleon. 

«Quizás allí pueda encontrar pistas de dónde está Zacarías, o de lo que quede de él» —pensó con un escalofrío. 

Íleon decidió volver corriendo a la pequeña chabola donde estaba Kurisme, no tardó demasiado en llegar ya que se había aprendido los caminos de memoria. 

 —¡Kurisme! —gritó Íleon una vez llegó al campamento. 

—¡Cállate, no sabemos si alguien o algo nos puede escuchar! —exclamó Kurisme.

—He encontrado una especie de campamento en lo profundo de la isla. 

—Y qué quieres decir con eso —dijo Kurisme de mala gana, ya que se había quedado dormido y los berridos de Íleon le habían despertado. 

—Te quiero decir que quizás ellos han raptado a Zacarías. Kurisme se pasó la mano por su pelo puntiagudo y grisáceo, era alto y siempre iba con un abrigo de piel de oso, solo se lo quitaba para dormir y para bañarse, era de complexión más o menos fuerte y tenía una muñequera, que en realidad era un alga seca que se le pegó al brazo, cuando la vio le gustó y decidió usarla de «accesorio». 

 —Está bien, ¿propones ir a investigar ese campamento? —Sí, es posible que sepan algo de Zacarías. 

—Pero, ¿y si nadie se ha llevado a Zacarías? ¿Y si se ha visto sorprendido por algún monstruo o algo por el estilo?—dijo Kurisme. 

—De todas maneras quizás nos pueda beneficiar ir y echar un vistazo. —¿Sugieres ir e intentar hacernos amigos suyos? 

 —No exactamente, necesitamos muchos recursos para hacer nuestra casa en la barca, y no nos vendría mal tomar prestadas algunas cosas —dijo Íleon poniéndose de pie, era muy alto, de pelo oscuro y sus ojos tenían una peculiaridad, eran de un color rojo carmesí que llamaba en exceso la atención, era de complexión fuerte pero algo menos que Kurisme, y sus brazos y piernas eran algo más delgados que los de su amigo. 

—Vamos que lo que quieres es robar —dijo Kurisme. 

—Es la ley de la selva amigo, o nos hacemos más fuertes a costa de alguien o alguien se hará más fuerte a nuestra costa.

—Íleon sonreía de manera pícara. 

—Bueno, pero ¿y si nos descubren? Pregunto Kurisme, nunca le había gustado el riesgo, el prefería siempre asegurar la jugada. 

—Va a ser un ataque rápido, no pasa nada, ni nos oirán —dijo Íleon riéndose. 

— No me parece un buen plan en absoluto. 

 —Bueno, yo pensaba ir de todas formas, ¿vienes o no? Kurisme resopló y se puso en pie. 

 —Que sepas que te odio —dijo Kurisme.

—Podré vivir con ello —replicó Íleon, mientras salían de la chabola y se dirigían a lo profundo de la isla en busca del campamento, mientras tanto, comenzaba a amanecer.