sábado, 19 de enero de 2019

Capítulo 6 Una larga noche

Una larga noche



El atardecer. Ese precioso momento en el que el Sol y la Luna se encuentran en el cielo. Ese momento en el que decenas de colores se funden, todos en perfecta armonía. El atardecer, ese momento que nos enseña que toda la luz en algún momento tiene que acabarse, tiene que esconderse para dar lugar a una oscuridad matizada por la luna. En este momento, mi vida, se sentía como en un atardecer.

Llevaba más de tres horas sentada en ese sofá, asimilando todo e intentando dar un sentido, aunque fuera un poco lógico, a todo esto. No me moví del sofá en todo ese tiempo. Estaba en shock, y lo sigo estando.

Salgo de mi mar de pensamientos con teorías infundadas al escuchar tres leves toquecitos en la puerta, seguidamente se oye al otro lado la voz de Mer:

—Kath, llevas ahí metida mucho tiempo,—dice intentando camuflar su preocupación, al ver que no recibe una respuesta continúa— ¿puedo pasar y hablamos un rato?
Me lo pienso unos segundos. Seguramente si la dejo entrar rompería a llorar o incluso diría cosas de las que luego me arrepentiría. Dispuesta a decirle que no, abro la boca, pero un recuerdo pasa por mi mente. El día en el que murió mi abuela Sunshine. Era una mujer humilde y bondadosa. De ella aprendí demasiadas cosas, pero no fue sino segundos antes de su muerte cuando me daría la mayor lección de mi vida.

—Hija,—empezó agonizando mi pobre abuela— quiero que recuerdes esto siempre.—asentí, dando a entender que le estaba prestando atención— Nunca rechaces a la gente que te quiera prestar su ayuda en momentos críticos. No le des la espalda a gente que te está dando la mano con la mejor intención. No permitas que tu orgullo te domine y que te encierre en ti misma. Eso solo hará que en tu corazón solo habite el odio y rencor. Tienes que llevar la humildad como bandera, ser ejemplo de ella. Porque la humildad no es ser pobre, la humildad no te la da el sitio del que vienes. La humildad es saber que todos tenemos los mismos derechos y que todos tenemos dignidad. La humildad es no hacer distinciones ni clasificar a las personas por su raza, sexo, lugar del que provienen, religión o creencia. La humildad es saber que tú eres igual al panadero, o que el panadero es igual a ti. La única diferencia es que tu deber es hacer que prime esa humildad. Y recuerda, no dejes que nada te envenene, tú vales más que eso.
— Y con esto expiró.

Me sequé una pequeña lágrima traicionera, respire hondo y le dije a mi hermana que pasase. Ella entra sorprendida por mi respuesta y se sienta al lado mío con las piernas cruzadas.

—Pensaba que no me ibas a dejar entrar—dice para empezar a entablar conversación— no tienes que preocuparte. Todo va a estar bien.

—No me preocupa si vaya a estar bien o no, —mentí, la verdad es que me aterraba que Ash fuese a ese sitio, pero no iba a admitirlo en voz alta, no ahora que estaba enfadada con él— estoy dolida porque me han mentido, nos han mentido,— rectifico después de un segundo— todo este tiempo sabían que el libro existía, sabían que la magia existía, y no nos han dicho nada. ¿No se supone que voy a ser la futura reina? ¿No se supone que debo conocer todos los peligros que puedan amenazar la paz en Cumbia? Y no solo eso,— digo dispuesta a admitir lo que más me duele en voz alta— Ash, nuestro hermano, mi hermano mellizo, nos ha ocultado todo este tiempo que quería estudiar magia, que su sueño es irse a la mejor academia de alquimia del mundo y convertirse en mago. Eso es lo que más me duele, que mi hermano me haya ocultado todo esto. Pensaba que éramos uno. —finalizo secándome otra lágrima traicionera.
Mi hermana al verme tan deshecha no lo duda ni un segundo y me abraza. Puede sonar idiota pero ese abrazo es lo único que había necesitado todas estas horas. Tras unos segundos se despega de mi pero no del todo, me mira pensando cuidadosamente qué decir pues sabe perfectamente que soy un poco irascible.

—Hermana, sabes que papá y mamá nos lo ocultaron para protegernos. La magia negra parece muy oscura. Ellos quieren lo mejor para ti. Lo sabes de sobra.

—Lo sé Meredith, pero creo que prefiero la verdad a estar expuesta al peligro de la hechicería. A parte, el intento de protegernos no ha servido de mucho, Ash está a punto de meterse de lleno en este mundo y aunque desconocemos todavía muchas cosas sabemos de sobra lo peligroso que es.

—Todos sabemos el peligro que corre Ashton. Él más que nadie. Pero está completamente convencido de que ha encontrado su lugar en la tierra en esa academia. Y no podemos hacer nada para que cambie de opinión.— me dijo mi hermana en tono neutro, parecía despreocupada pero sabía de sobra que solo estaba intentando controlarse para que yo no me pusiera más nerviosa.— Tenemos que aceptarlo, y ya está. Además, no sabemos si le han aceptado o no. Mamá me ha dicho antes que las posibilidades de entrar son mínimas. Es una de las academias de magia más exigentes. Es la mejor de todas, aunque, sabiendo que solo hay cuatro, tampoco es tan difícil.— dice con picardía. No nos queda otra. Yo me limito a reír. Después de unos segundos en silencio decido hablar.

—Gracias Mer, tienes razón. No nos queda otra que esperar los resultados y apoyar a Ash.

—Deberías irte a dormir. Mañana será un día largo y las reinas siempre tienen que estar a tope.— me dice levantándose y tendiéndome la mano para que me levante. Yo la acepto, me levanto y caminamos juntas en silencio hasta mi cuarto. Nos despedimos casi en un susurro y entró en mi habitación.
Me pongo el pijama, me lavo los dientes y me meto en la cama. Vuelvo a pensar en todo lo sucedido, me levanto, voy al baño, doy vueltas, me tapo con la colcha, me destapo… Pienso y pienso sin ningún resultado. Hasta que decido cerrar los ojos. No sé cuánto tiempo pasa, tampoco si he dormido mucho, pero me despierto por un fuerte golpe en mi puerta. Estoy confusa, miro el reloj y… ¿De verdad son las tres de la tarde?

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