Desconcertada
Desorientada, asustada, confundida, agobiada, así me sentía en ese momento. De lo único de lo que estaba segura era de que eran las tres y dieciocho de la tarde, ya que eso marcaba el reloj encima de mi mesita de noche. Lo demás eran todo incógnitas.
Oí un gritito proveniente del suelo, me dirigí a la esquina de la cama, miré hacia abajo y encontré a mi hermano Nate en posición fetal agarrándose con fuerza el hombro derecho. Entonces recordé el estruendoso golpe que me había despertado, mire a mi hermano y entonces asumí que él había sido el causante del fuerte golpe.
—Nate, —decidí preguntarle— ¿Me explicas por qué has entrado así en mi habitación?
—El… La… —dice casi en un susurro. Se había pegado un buen golpe.
—Déjalo Nate, señala dónde te duele.
Primero se llevó la mano contraria del hombro herido a la cabeza, al hombro derecho y por último a la cadera. Lo recogí tratando de no tocar los puntos en donde decía que se había hecho daño y lo cargue a horcajadas hasta el salón de la familia real, situado en el piso de abajo.
—Kath… —volvió a hablar él —ha llegado, la carta….
Lo mire con confusión, de repente, todo encajó.
Lo dejé con cuidado en el sofá, le di las gracias y salí corriendo al cuarto de mis padres, siempre nos reunimos ahí para las cosas de familia.
Después de noventa y tres escalones, varios tropiezos y dos paradas para coger aire llegué casi sin respiración al cuarto de mis queridos padres situado en la tercera planta.
Toque la puerta, esperando esta vez a que me dieran paso.
—¡Al fin!, pasa KathKath. —me indica mi hermano llamándome por mi apodo que él me puso cuando éramos niños.
Abrí la puerta y con una sonrisa en la cara entré al cuarto de Lara y Joel. Mis padres.
—Hija, has dormido mucho, —empieza mi padre —¿estás lista?
—No estoy lista —contesto con la mayor sinceridad del mundo— pero es necesario hacer esto, y quiero que sepas —digo en dirección a Ash— que pase lo que pase, decidas lo que decidas, sabes que siempre te apoyaré, somos mellizos y, aunque me duela, eso nunca va a cambiar.
Mi hermano se ríe y me abre los brazos invitándome a que le dé un abrazo, no lo dudo y lo abrazo. Tras unos segundos nos separamos y mi madre me indica el sobre, yo la miro extrañada.
—Tu hermano quiere que seas tú la que abra los resultados.
Me sorprendo y miro a mi hermano para ver su aprobación, él me hace una seña para que lo haga. Me fijo en que no está nervioso, me extraña, pero supongo que no le asustara el hecho de que no lo seleccionen.
Cojo el sobre, lo abro, meto la mano para sacar el papel con los resultados pero entonces, por segunda vez hoy, un golpe me sobresalta, ¿de verdad que todo el mundo me va a interrumpir hoy?
—Me duele que no nos hayáis esperado.—Entra gritado sin previo aviso Mer, le sigue por atrás mi hermano Nate con un cabestrillo y una venda en la cabeza. Se ve todavía muy dolorido pero su sonrisa me muestra lo contrario.
—Bueno, no falta nadie ¿verdad? —dice mi madre en un tono que expresa molestia e impaciencia.
Me vuelvo a centrar, meto la mano en el sobre. El papel es grueso y, por el tacto, caro. Es como los que se utilizan en palacio para los documentos de Estado. Saco el preciado papel y lo desdoblo. Lo único que veo tras abrir el documento son cientos de palabras, todas escritas en negro. Busco una destacada, subrayada o marcada diferente. Entonces levanto un segundo la vista, toda mi familia está expectante. Mi hermana se muerde las uñas, Nate está relativamente quieto, mis padres están cogidos de las manos ansiosos por mi respuesta, el único tranquilo es Ash, cosa que me extraña, pero no estoy segura de que no sea una fachada. Devuelvo la vista al documento, me percato de que estoy temblando. Continúo buscando una palabra destacada.
—Ha entrado… Ha entrado. —digo casi en un susurro.